Wednesday, May 13, 2009

Tres años después

Hace exactamente tres años que no te escribía nada. No es porque me faltaran cosas que decirte sino porque no me atrevía a dejar aquí -de nuevo- algo que alguna vez vas a leer. De toda el agua que ha corrido bajo nuestro puente, el aferrarme a ti y a Manuel es lo que me hace seguir adelante, remando cuando esas aguas van en contra, respirando cuando esas aguas me llegan más arriba de lo que pienso.
Si hay algo que en estos años ha cambiado es que ahora puedo mirarte -y a Manuel, también- con toda paz, porque sé que sientes lo mismo que yo: que nunca nos apartaremos, que siempre confiaremos los tres en los tres y que pase lo que pase (como si pudiera pasar algo más...) estaremos juntos, más juntos, siempre.
Vengan esos cinco, enano mío.

Thursday, July 14, 2005

Para mi loba

Nos dejamos ir, porque a alguien se le ocurrió meternos en la misma vuelta del destino y nos hizo calzar y remar para el mismo lado, adelante siempre. Nos dejamos llevar, muy lento, con manos simples y curiosas que exploraron todo y lo siguen descubriendo todo, cada vez la primera vez, la eterna sorpresa siempre. Nos dejamos encumbrar, tocamos el techo pelándonos las rodillas y los codos, necesitamos un mar de jugos de naranja para dejar navegar nuestros deseos, los planes comunes, los lados del destino tan pegados que eran uno, que son uno, que será uno, la línea indivisible, simple, curiosa, adelante, eterna sorpresa, siempre. Nos fuimos de golpe, río abajo, sin más nubes que nuestras metas, desafiando el dolor de la distancia, de nuestra gente, que nos apoya, nos empuja nos bendice y nos espera. Nos sembramos, porque estamos creciendo desbocados, amenaza seria a la indiferencia de nuestros tiempos, la evidencia palpable de la excepción a los desamores, porque nos seguimos sorprendiendo, porque como si fuera una luz o una flecha el amor se enciende y se dispara, y no se espanta con oscuridades. Nos dejaron navegar, el mismo que nos metió en el destino, el mismo personaje que se llevó lo que más quería en la vida a sabiendas de que nunca más estaría solo. Nos hicieron felices, con cosas simples y curiosas, que van adelante siempre, como son los secretos de los cómplices, las marcas de un destino que enciende y se dispara. Nos hicieron ambiciosos, de los que esperan más días en un día, tocar con los ojos, besar como sólo se besa cuando existe el pavor de la distancia, de las noches sin medida en un turno o por el silencio vergonzoso de una pelea. Nos dieron alas y remos, y volamos sobre un mar que colmamos con las locuras, mira que llegar y partir así, los dos, sin más armas que una maleta y sin más escudo que el amor. Y crecimos, nos crecieron las alas y ese escudo fue más fuerte que los dolores, que las penas de la lejanía, que las extrañezas. Bastaba mirarnos, mirarte, que tu cara se durmiera despacio, que hablaras en el idioma de tus sueños cargada sobre mi brazo, que no te despegaras nunca, para que apareciera el despeje, un sol desbocado, el calor que no quema, pero que derrite, porque eso es, es un calor, el calor al tenerte tan cerca que respiro tu aire ya respirado y ya no sé si son tus pelos o tu saliva, tus dedos o los míos, y anochece, y amanece, y da lo mismo, porque nos dejamos ir, y vamos adelante, y se me hacen chicas las hojas y los ojos y las manos y la boca y lo único que me da miedo es precisamente eso, la cosquilla, el dolor de guata, los pelos de pie, ese monstruo que siempre crece cuando te vuelvo a ver. Lo que se nos viene es otro recodo, la curva hacia aguas más abiertas. Porque se nos abre el mundo, otra vez, como siempre, como en dos años que son muchos y tan pocos que duelen porque se van delante de los ojos y los dedos. Porque si respiro y me lleno de tu aire no me cabe la cara ni el corazón y nunca, pero nunca nunca, habrá suficiente tiempo, días, olores, salidas, salivas, mundo, viajes, destinos, simplezas para que tu cara y tu corazón sepa de una buena vez, otra vez, que me tienes loco, y que si de algo vale la pena todo este destino es para confesarte que te amo, más arriba todavía, y que sólo una loca como tú podría entender a un loco como yo cuando te mira a los ojos y sin decirte nada te dice que está irreversiblemente enamorado y que necesita pedir que me acompañes. ¿Quieres?

Bienvenidos

A partir de este momento se acaba la tristeza